Israel, 2013
Escrita y dirigida por Aharon Keshales y Navot Papushado
Nota: 6,5
Basta que el mismísimo Quentin Tarantino te nombre como la
mejor película de 2013 para atraer toda la atención posible. Y si a esto le
añadimos el premio a mejor dirección (y banda sonora) en el pasado festival de
Sitges conseguimos una de las mejores campañas publicitarias posibles, sobre
todo teniendo en cuenta que se trata de una película israelí.
La premisa es sencilla, y muy repetida en los últimos años.
Niñas asesinadas por un violador, policías que van más allá de la ley, un presunto
culpable y un padre con mucha sed de venganza. Todo esto desde un punto de
vista donde abunda el humor negro y, en ocasiones el gore, por contener una
violencia extrema y explícita, que no gratuita.
Se trata de una historia lineal, con las escenas mínimas y
necesarias para entenderla bien. Asistimos a la desaparición de la última
víctima, pero desconocemos al autor del delito, y aunque la policía parece
tener claro que el principal sospechoso, sin demasiadas pruebas, es el
culpable, gran parte del atractivo de la cinta reside ahí, en tratar de valorar
por encima de la violencia, si estamos ante una persona culpable o inocente.
Como ya hemos vivido recientemente en la pequeña pantalla con The Killing,
donde hemos tenido más sospechosos que personajes, o en la magistral La Caza (Thomas Vinterberg,
2012) donde ya conocíamos la condición de ese personaje tan bien llevado a cabo
por Mads Mikkelsen, y nos dolían las acusaciones recibidas. O incluso, y con
más de una similitud con Prisioners (Denis Villeneuve, 2013).
Así mismo, cabe destacar que se trata de una película
cuidada, con una buena fotografía y una banda sonora clásica con alguna que
otra escena acompaña por música actual que le va como anillo al dedo. Es una
película llena de acción, que no cuesta ver, y se hace muy rápida. En cuanto a
los actores, que hacen un buen trabajo, llama la atención su verosimilitud para
cambiar del humor negro al dramatismo, aunque en determinados casos puedan
quedarse en uno de los dos extremos. Este humor negro puede recordar mucho a
algunas películas de Guy Ritchie, como Rocknrolla (2008) o Lock & Stock
(1998), compartiendo con esta última ciertos rasgos en común. Y es que, que
puedas llegar a reírte tratando este tema dice mucho del poder de una película.
De la misma manera, no nos ofrece nada nuevo, tal vez un
punto de vista diferente pero ante la saturación que vivimos en el cine y
televisión con determinados temas, buscamos que nos enseñen algo totalmente
distinto.
Lo mejor: El riesgo de utilizar el humor negro en un
tema tan delicado. Y la duda constante de si el sospechoso es culpable.
Lo peor: Que con temas tan recurrentes esperamos
grandes obras maestras, y ésta no lo es.
La frase: ‘Los
maníacos sólo temen a los maníacos’