Reino
Unido, 2008
Guión por Nicolas Winding Refn y Brock Norman Brock
Dirigida por Nicolas Winding Refn
Nota: 7
Nicolas Winding Refn poco a poco está consiguiendo convertirse en
un cineasta de culto y en un referente en lo que muchos han empezado a
catalogar como ‘cine hispster’,
gracias a la bien lograda Drive (2011) o a Only God Forgives (2013). Y sin
menospreciar todo su pasado como director en Dinamarca, llama la atención que
su primera película inglesa (antes de dar el salto a Hollywood) sea una
completa desconocida, sobre todo en España donde no ha sido estrenada. Aunque
esto puede entenderse como el miedo de nuestras distribuidoras a vender un
producto tan difícil de ver y calificar.
Bronson nos cuenta la historia de
Michael G. Peterson, un ciudadano
inglés conocido como “el prisionero más peligroso de Gran Bretaña”, quien
cambió su nombre por el del actor de acción de los 60 y 70 Charles Bronson para ganar popularidad en su carrera como boxeador
clandestino. Un biopic, tan de moda en los últimos años, pero con una técnica
novedosa que encaja a la perfección con el tema de la película. Peterson,
actualmente cumpliendo cadena perpetua lleva casi cuarenta años entre rejas sin
haber cometido asesinato, trasladado de prisión en prisión por sus numerosas y
habituales peleas o ataques tanto a presos como a guardas aleatoriamente. Y en
la mayoría de sus estancias ha estado en aislamiento, en esa ‘habitación de
hotel’ que él mismo describe.
La primera escena de la película nos mete en
situación, cuando un buen número de guardas espera a entrar en la celda de
aislamiento de Bronson para sacarlo de allí, a sabiendas de que va a ser un
trabajo duro. Charles entrena sus movimientos de boxeo esperando esa entrada de
agentes hasta el cuello de protección y porra en mano. Y cuando empieza a sonar
Electrician de The Walker Boys se inicia la “fiesta”. Estos acompañamientos
musicales, como el tecno de Pet Shop Boys, tan en auge en los últimos años y un
acierto del cine moderno, llega a su máxima expresión en esta película, con
letras que acompañan a la perfección a las imágenes. Así como la utilización de
música clásica, un guiño a la película por excelencia de la violencia por la
violencia, posible lema mental de Bronson, La
naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971). Tras este acto empezamos a
conocer su historia, desde el principio, como él mismo la empieza: “Me crié con naturalidad, por mis padres.
Eran gente honesta, respetados por la sociedad”. Y asistimos a sus primeros
contactos con la violencia, como los de cualquier chaval, pero mal gestionados,
por un carácter de superioridad y por unos padres, la madre concretamente, que
no quiere saber nada sobre que su hijo sea violento siempre que no lo demuestre
en casa.
Sí, él mismo es el narrador de la historia y a su
vez se vislumbra a sí mismo como un actor de teatro de palabras escuetas y
muchas gesticulaciones, que nos presenta las etapas de su vida en actos, como
si de una obra teatral se tratara. Es este estilo de película lo que la hace
tan singular y, posiblemente, difícil de vender. Más allá de los planos cortos
en primera persona del protagonista que llenan casi la totalidad del
largometraje, y que recientemente hemos podido ver en su película más laureada,
Drive, con Ryan Gosling comiéndose
la pantalla, es el estilo de contar la historia, totalmente novedoso. Nicolas
W. Refn trata de meternos en la perturbada cabeza de Bronson, viendo lo que él
ve, su punto de vista, en una escenificación en la que pretende que el público
entienda sus impulsos retorcidos, su ambición de sangre, su intención de que
cualquier preso inglés conozca el nombre de Charles Bronson, y tema hasta el
hecho de estar cerca suyo, al más puro estilo del héroe Iliada, Aquiles.
Todo esto no sería posible sin el
gran acierto de la película, la interpretación del papel protagonista por Tom Hardy, a quien ya conociamos en un
papel principal por la gran Warrior
(2011), el esperado reinicio de la saga Mad
Max (2015), o en su papel secundario de sobra conocido por todos como Bane
en The Dark Knight Rises (2012), acompañado
de un gran reparto de actores ingleses más o menos conocidos. Pero toda la
fuerza de la película reside sobre éste actor. La gran expresividad con la que
se maneja hace que realmente tengamos miedo de este personaje. Sin perder un
tono de comedia, o humor negro, Hardy crea un hombre tan retorcido al que no
sabemos como tratar, y que nos hace plantearnos nuestras creencias sobre el
sistema penitenciario en determinados casos. Este actor inglés poco a poco ha
ido ganando el reconocimiento que merece y pronto empezaremos a verlo ganando
premios, y es que puede ser que no estemos acostumbrados a ver a actores de
esta envergadura haciendo buenos papeles pero después de su interpretación
conmovedora en Warrior y su BAFTA a
la estrella emergente esto será posible.
Lo mejor: La interpretación por parte de Hardy, y lo
novedoso del estilo narrativo.
Lo peor: Que la historia de un hombre que usa la
violencia por naturaleza sin ningún propósito no da para mucho.
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