EE.UU. 2014
Guión por Gillian Flynn
Dirigida por David Fincher
Nota: 6,5
Perdidos nos ha dejado la última película de David Fincher. Y no es que sea eso lo
que busca la cinta, ni mucho menos, pero ha hecho que disfrutemos con su lado
más real, con su crítica a la dramatización, al acoso de los medios, y odiemos
toda su conspiración de paranoia que tiene tras de sí. Ha sido capaz de lo
mejor y de lo peor, una lástima que esto último termine llamando más la
atención al finalizar la película. Y es que lo que podría haberse convertido en
otra gran cinta suya termina por degradarse hasta lo que muchos han calificado
como un telefilm para televisión. De esos que acostumbramos a ver haciendo
zapping un domingo a media tarde. Pero vayamos poco a poco.
Perdida, escrita por Gillian
Flynn a partir de su propia novela, cuenta la historia del matrimonio
Dunne, Amy y Nick, aparentemente feliz, que el día de su quinto aniversario
sufre la desaparición de la esposa y todas las pistas conducen al marido.
Es esta la parte de la película que engancha, esta trama en
la que Nick ha de investigar una serie de acertijos que dejó su mujer antes de
desaparecer misteriosamente como regalo de aniversario, con la policía atacando
sin dudar de su culpabilidad y unos medios de comunicación pegados a él las
veinticuatro horas del día. Aquí Fincher hace un gran trabajo, es realmente una
clase maestra de como un caso mediático en el que no aparece Amy (he de
recordar que ésta es la protagonista de una serie de novelas) es manipulado por
los medios para convertir a ojos de la sociedad a Nick en el asesino de su
esposa, de tal manera que el espectador llega a dudar de la integridad de este
personaje, a sabiendas de que no es perfecto. Y es que Perdida nos habla casi
en primera persona desde los dos puntos de vista de la relación, con un hombre
preocupado por su mujer, haciendo todo lo posible por encontrarla y arreglar su
vida que en parte por su culpa se ha desmontado, y con una mujer que, a través
de un diario, nos cuenta que no todo lo que vemos es o ha sido tan bonito como
podía parecer. Un gran trabajo en el que apreciamos como la sociedad se
involucra desde el primer momento en el caso, tratando de ayudar, apoyando a la
familia en los difíciles momentos que tiene que pasar y dejándose influenciar
por los medios.
A Ben Affleck se
le pueden echar muchas actuaciones en cara, pero tiene un registro que borda, y
es éste. El hombre preocupado, tratando de poner una sonrisa falsa para salir
del paso, asombrado ante los nuevos descubrimientos. Una persona seria que cree
tener controlada su vida y que se le desmorona ante sus ojos. Así que
entendemos su elección en el casting por parte del director, algo que hoy en
día está siempre rodeado de polémica, y por un grupo de cinéfilos que quieren
que Ben se centre en lo que mejor se le da, dirigir. El acoso sufrido durante
la mayor parte del film nos recuerda, a mayor escala, al vivido recientemente
en La Caza
(Thomas Vinterberg, 2012). Cuando a cada paso que da el protagonista intentando
salir de las miradas ajenas, el público se fija en cada pequeño fallo para
sacarle punta y hacerle lo más sospechoso posible, casi exigiéndole un modo de
comportamiento. Una crítica a como este mundo de la televisión del que todos
participamos puede jugar con personas ajenas a ello, y poco a poco consigue
destruirlas haciéndonos creer a su antojo lo que más venda en ese momento. Algo
que pronosticaron en el capítulo Oso
Blanco de Black Mirror (2013).
Y luego está su antítesis, Rosamund Pike en el papel de Amy,
protagonista en la sombra. No es que sea una alegría de personaje en
comparación con Nick Dunne pero saca
a relucir todos los aspectos a los que no llega el actor de El indomable Will Hunting (Gus Van Sant,
1997). Pike es el gran atractivo
interpretativo de la cinta, haciendo una gran labor que seguro será
recompensada con más de una nominación a grandes premios. Ésta es la parte de
la historia que no convence, que relega a esta gran obra que hasta el momento
estaba realizando el bueno de Fincher. Esta trama en la que Amy crea un
universo paralelo a través de su diario según el cual nada es lo que parece,
donde todo está calculado al milímetro. Todo lo que parece perfecto tiene sus
puntos débiles e, incluso, grandes oscuridades.
La película da un giro de ciento ochenta grados a mitad de
su recorrido, lo que la convierte en esta cinta de serie B de la que nos
quejábamos al principio de la crítica. Un recurso fácil pero poco convincente
por su falta de credibilidad. Al igual que cierta trama con uno de los
personajes secundarios que parece demasiado enrevesada, incluso, para como está
la película en ese momento. No entraré en esta parte por no desvelar a nadie
tal sorpresa. Pero he de decir que esta trama avanza mucho más rápido que la
anterior, que nos habría podido parecer un poco lenta. La fotografía corre a
cargo de Jeff Cronenweth, en la que
es ya su cuarta colaboración con Fincher, y desempeña un gran trabajo, al igual
que la BSO
dirigida por Trent Reznor y Atticus Ross,
quienes ya consiguieran Oscar y Globo de Oro por La Red Social (2010).
Aunque es innegable su gran labor al frente del biopic sobre
el creador de Facebook, esperamos volver a ver al Fincher de Zodiac (2007) o Seven (1995). Mientras tanto se centra en la pequeña pantalla, después
de dirigir el piloto de nuestra queridísima House
of Cards, ya que próximamente empezará el rodaje de la versión americana de
Utopía.
Lo mejor: La
representación de todo lo que conlleva una desaparición mediática. Familia,
amigos, policía y medios de comunicación.
Lo peor: Un giro
presumiblemente fácil.
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