Como bien todos sabemos a estas alturas,
The Leftovers cierra esta noche su andadura tras cuatro años y tres temporadas
en su haber. Son muchos los sentimientos que se pasan por nuestras cabezas en
estos momentos y más tras esta última temporada que nos ha dejado algo
preocupados de cara al final.
The Leftovers nos contaba la historia de
un mundo como el nuestro en el que un día cualquiera, de repente y sin avisar,
desaparece el 2% de la humanidad. Quienes desaparecen no tienen, en principio,
nada en común. Es gente aleatoria. Lo mismo ha desaparecido tu prima segunda
como tu marido y tus hijos. Al contrario que nuestro compañero Andrés (su crítica al respecto aquí) creemos que el peso fundamental de la serie se lo lleva
la primera temporada. Entonces nos explicaban el funcionamiento de la serie, la
gente estaba perdida, no sabían que había pasado para que tantas personas
desaparecieran pero desde luego era algo sobrenatural y eso te hace plantearte
muchas cuestiones. ¿Ha sido un dios? ¿Por qué? ¿Por qué él/ella sí y yo no? ¿A
dónde han ido? ¿Han ido al mismo lugar que los muertos? ¿Volverán? Todas estas
preguntas se les pasan por la cabeza tanto a los personajes de la serie como al
espectador y ni uno ni otro van a saber jamás las respuestas. Eso lo tuvimos
claro desde un principio y tiene mucho sentido.
Como decíamos, la temporada uno se lleva
el peso porque narra de una manera magistral la forma de asumir o tratar de
entender la pérdida por parte de los personajes, divididos entre los que
quieren pasar página y lo que no quieren olvidar. Tiene escenas que dejan el
corazón helado, como aquel “maniqui
challenge” que nos dejó la boca abierta en una mezcla brutal entre las ganas
de llorar y la rabia más absoluta, gracias en gran parte a la actuación de Carrie Coon que protagoniza una de las
escenas más espectaculares de los últimos años en televisión. La segunda temporada ahonda, de una manera
muy lograda, en los aspectos más fantásticos de la serie. Recordemos que
nuestro protagonista, Kevin, (un Justin
Theroux que ha creado un personaje único e irrepetible) sufre sonambulismo
y unas alucinaciones que nos descolocan continuamente. Es ahí donde esperamos
algún tipo de respuesta. ¿Quién es Kevin? ¿Por qué a él le pasan ciertas cosas?
¿Qué significado le damos a sus visiones?
Por supuesto muchas de estas preguntas
tienen como respuesta la interpretación personal de cada espectador con un alto
contenido de referencias en la Biblia y eso está muy bien, hace pensar, tampoco
queremos todo mascadito. Pero recordemos, una vez más, que uno de los creadores de la serie es Damon Lindelof quien lo fuera también
de Lost / Perdidos y uno de sus principales guionistas. Podemos encontrar
muchas similitudes entre ambas series en cuanto a contenido pero nuestro miedo
es que se repitan los errores de la serie de la isla.
Perdidos nos hizo disfrutar muchísimo
pero llegó un punto en el que abrió tantos interrogantes que ya fue imposible
cerrarlos con coherencia. Y ese el miedo que tenemos ahora, sobre todo tras una
tercera temporada que da la sensación que se les está yendo un poco de las
manos. Nosotros la disfrutamos pero siempre esperando una respuesta final que
muy posiblemente no llegue. En unas horas lo sabremos pero tras las recientes
declaraciones de Lindelof tememos que nos quieran entregar la interpretación
personal como un regalo porque hayan llegado a un nivel de locura que no haya
forma de cerrar la serie sin cargársela. ¿Hasta dónde tenemos que poner el
límite como espectadores a la hora de aceptar las locuras argumentales de los
guionistas? ¿Aceptaremos como genialidad cualquier cosa que nos pongan delante
siempre que esté bien escrita e interpretada?
Por supuesto que en la vida hay cosas de
las que no podemos saber la respuesta pero otras sí que las tienen y si no
querían dárnoslas, tal vez, no deberían haber entrado tan de lleno en ellas.
Acaso, gracias a tantas comparativas, ¿intentan decirnos que The Leftovers es
como una religión en la que hay que tener fe y dejarse llevar? ¿Es Kevin Garvey
nuestro profeta?