BBC One, 2017
Creada por Edward y Tom Hardy, y Steven Knight
Nota: 4
Cuando me
enteré de que se estaba preparando esta serie y de quienes estaban detrás
reconozco que puse mis expectativas muy altas. Tom Hardy, un actor que tan cuidadosamente ha ido eligiendo sus
papeles en su corta trayectoria y que ha demostrado su valía de forma
exponencial, llegando a estar nominado al Óscar como mejor secundario por The Revenant, entendemos que si da el
salto a producir e interpretar un papel protagonista en una serie es a
sabiendas de que se trata de un papel irrepetible y que tiene detrás un guión
potente. Sin embargo nos encontramos ante una serie vacía de argumentos, con
una trama sencilla que se podría contar perfectamente en tres episodios pero
que está alargada a ocho en los que una tercera parte del tiempo vemos a Hardy
gruñir.
Da la
sensación de que el actor quería ir andando con aires desafiantes por las
calles de Londres y ganar en respeto a Thomas Shelby. Es por ello que la serie
está escrita por el propio creador de Peaky
Blinders, Steven Knight, amigo
íntimo de Hardy, que escribió el guión a raíz de una historia del propio Tom y
su padre Edward. Y es que la serie no nos transmite mucho más. 1814, James Delaney ha regresado a Inglaterra
después de varios años en África, tras el fallecimiento de su padre. Supone una
pequeña revolución en Londres ya que todos lo daban por muerto y el testamento
de su padre recoge que James es heredero de un territorio de la América india,
vital para el comercio de occidente con oriente y punto estratégico en la
guerra entre los Estados Unidos y Reino Unido.
Esta primera
temporada (recordemos que ya ha sido renovada por una segunda) se centra, casi
exclusivamente, en los intentos de la Compañía Británica de las Indias Orientales
de conseguir este territorio tanto de forma legal como ilegal. Nos encontramos
ante un drama que trata de jugar a la política sin mucho acierto, ya que
nuestro protagonista siempre tiene un as bajo la manga para salir airoso de
todas las situaciones, de esta manera los intentos de la citada Compañía acaban
pareciendo una sucesión de caras de sorpresa y andares rápidos más típicos de
una comedia.
Por la serie
desfilan actores y actrices de gran calibre como son Stephen Graham (Al Capone en
Boardwalk Empire), Michael Kelly
(Doug Stamper en House of Cards) o Jonathan Pryce (el gorrión supremo en Game of Thrones), todos ellos curtidos en
televisión y que sorprenden aventurándose en un proyecto de estas
características con un guión tan pobre. Por allí también se pasa Oona Chaplin, que si bien ya nos cuesta
verla como una buena actriz, tiene el papel con menos sentido de cuantos
recordamos en mucho tiempo. Una trama incómoda paralela que no aporta nada a la
historia, como tantos otras que ocurren en esta serie.
La verdad que
no entendemos la buena acogida que ha tenido en Reino Unido, que le ha llevado
a la BBC a renovarla (se habla de finalizarla en una tercera temporada), ya que
desde el principio se intuye que gran parte de los acontecimientos son de relleno.
Suponemos que se debe a los grandes intérpretes que posee y sobre todo a Tom
Hardy, que a día de hoy es capaz de cualquier cosa.