HBO, 2000-2001
Creada por Tom
Fontana
Nota: 6
Seguimos con
Oz, muy despacio, pero poco a poco avanzamos. Hemos llegado a su cuarta
temporada, que a diferencia del resto, cuenta con el doble de capítulos, y lo
hemos notado. Fue dividida en dos partes de ocho episodios cada una. Ha sido una
temporada larga y dura a partes iguales, donde las muertes han tenido un
protagonismo excesivo.
Oz no ha
dejado de lado temas que lleva tocando desde sus inicios. En primer lugar, la
pena capital sigue siendo un pilar fundamental, intentado mostrar diferentes
perspectivas con sus presos correspondientes. Ahí vemos a Shirley Bellinger,
condenada por el asesinato de su hija, y que elige una forma muy dolorosa de
morir. Justicia, proporcionalidad y enfermedad mental son elementos que trata Oz
ligado a la pena de muerte, junto con esos movimientos anti pena capital y un
gobernador cuyo eslogan es la defensa de dicha condena.
Por otro lado,
la dolorosa historia de odio entre Beecher y Shillinger sigue su curso, cada
vez hacia un túnel sin salida donde los dos pierden más que ganan. Ellos han
seguido la famosa Ley del Talión del “ojo por ojo”, pero han olvidado las
consecuencias, y al final ambos se han quedado ciegos, bajo secuestros,
muertes, venganzas y un intento de perdón sin resultado. Beecher, a quién la
cárcel le ha quitado todo lo que quería, incluso esos nuevos amores carcelarios,
es uno de nuestros delincuentes protagonistas, con el que más hemos empatizado
desde el principio, por lo que hemos sufrido con él, y con sus decisiones.
A todo este
clima de tensión, la lucha racial es uno de los graves problemas entre las
paredes de Oz, y para conseguir poder y comercio, todo vale. Director y
funcionarios intentan buscar una solución, que no resulta nada fácil, y con un
Adebisi todopoderoso, creador de su propia banda en busca de un reino para él y
los suyos. Negros contra hispanos; hispanos contra italianos; italianos contra
todos, y un sin fin de guerras que darán lugar solamente a cuchillazos y
muertes por doquier. Es, sin embargo, una de las escenas más repetitivas y que
más criticamos esta temporada, el exceso de violencia y cuchillazos que hemos
presenciado, algunos sin sentido alguno.
Y siguiendo
con grandes personajes y temas grandes, la religión y Peter Marie rodean
también las paredes de Oz. Nuestra monja preferida, quizás el personaje con más
principios, cuestiona su fe, y todo lo que eso conlleva. ¿La ha abandonado
Dios? O en palabras del Nietzsche, ¿han matado a Dios? En el otro lado de la
balanza, aparece un nuevo reo, el reverendo Jeremiah Cloutier, predicador, que
pondrá en tela de juicio tanto a Marie como a Said.
Parece que la
temporada no va a terminar nunca, buscábamos respirar entre tanta sangre, pero
Oz no ha dado ni un resquicio de oxígeno durante sus 16 episodios, porque cuando
no era Beecher, era Adebisi, y sino ya está preparado O’Reily para hacer de las
suyas. Y de repente entra un policía infiltrado para acabar con las drogas en
prisión. Una trama que ha ido cuesta abajo y sin frenos, bajo la esencia de una
crítica a los abusos de poder.
McManus pierde
legitimidad conforme avanza la serie. Sus ideales resocializadores van
perdiendo luz en una Ciudad Esmeralda donde el rojo y el negro se intercambian
protagonismo, y un director con problemas familiares y personajes que provocaran
un mal rumbo en su vida profesional.
Como
venimos diciendo durante toda la crítica, esta temporada ha sido, en nuestra
opinión, la más flojita. Demasiada carga argumental, demasiada violencia, con
un exceso de golpes interesantes pero que terminan siendo exagerado y no
creíbles. Al final, los problemas siguen ahí, no hay puntos de inflexión en Oz,
ni hay lugar para la paz o el amor. Una
buena serie, con la fuerte crítica que transmite ésta, debería replantearse sus
momentos de acción. Sí, sabemos lo mal que está el sistema carcelario, pero
todo lo malo ya lo hemos visto, y ahora buscamos algo más, aunque es posible
que eso no exista. Dentro de poco comenzaremos la quinta temporada, en la que
pedimos más escenas de mediación penitenciaria y menos asesinatos sin sentido
Lo mejor: Peter Marie
y su mediación penitenciaria.
Lo peor: Repetición de
escenas violentas.
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